Guzmán debutó el 12 de abril de 1815 con la compañía de Isidoro Maiquez, marcando el inicio de una carrera repleta de éxitos. Entre sus papeles más célebres se encuentran el »gracioso» en El mejor Alcalde, el Rey y »mendrugo» en Perico el emperador. Su estilo de interpretación, descrito por Luis Calvo como de »viveza picaresca y atrevida», lo llevó a revitalizar el arquetipo del gracioso del siglo XVII, encantando tanto a la crítica como al público.
Un episodio notable en la vida de Guzmán fue su actuación ante la reina María Josefa Amalia de Sajonia, esposa de Fernando VII. Según las crónicas de Pedro de Répide, la actuación de Guzmán provocó tal diversión en la reina que Fernando VII, impresionado, le ofreció la posibilidad de pedir cualquier deseo. Guzmán, en un gesto teatral, solicitó la renovación de la obra en la que actuaba, demostrando su amor por el arte y su deseo de seguir compartiendo su talento con el público.
Guzmán brilló en numerosas obras, incluyendo La Casa de Tocamé Roque, El héroe por fuerza y La pata de cabra . Era conocido por su profundo estudio de cada personaje, dedicando largas horas a comprender y perfeccionar sus interpretaciones, lo que lo convirtió en uno de los actores más respetados y queridos de su tiempo.
Su retiro del escenario fue un evento significativo en el teatro madrileño. En una función-homenaje, en lugar de actuar, Guzmán eligió el papel de director, dejando un legado de respeto y admiración por su carrera. Tras su retiro, se dedicó a la enseñanza de Declamación en el Conservatorio de Madrid, transmitiendo su vasto conocimiento a las nuevas generaciones de actores.
Antonio Guzmán dejó una marca indeleble en el teatro madrileño del siglo XIX, siendo recordado como un maestro de la actuación cómica, capaz de cautivar corazones y despertar emociones a lo largo de su carrera. Su legado perdura como un testimonio del poder y la magia del teatro para conmover y divertir.
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