Nació en una familia de marinos de clase media: su padre, Nicolás Franco, era capitán de la Armada y sirvió en intendencia; su madre, María del Pilar Bahamonde, procedía también de una familia de marinos.
Formado en la Academia Militar de Toledo (1907-1910), Franco permaneció en Marruecos de 1912 a 1926, salvo por alguna interrupción, y ascendió vertiginosamente por méritos de guerra. En 1923, llegó a la jefatura de la Legión. En 1926, con 33 años, era ya general. Dos años después, se le nombró director de la Academia General Militar de Zaragoza. Bajo la Segunda República (1931-1936), que Franco recibió con profunda desconfianza y considerables reservas, ascendió a general de división en 1934, fue comandante en jefe del Ejército de Marruecos y jefe del Estado Mayor Central. En julio de 1936 –cuando se puso al frente del movimiento militar contra la República– era comandante militar de Canarias.
Franco fue básicamente un militar, un “africanista”; un militar convencido de que el Ejército era la “columna vertebral” de la patria, que pensaba que el liberalismo y los partidos habían sido responsables de la decadencia de la España contemporánea, que en 1923 recibió con satisfacción la dictadura de Primo de Rivera y que, aunque sirvió bajo ella, identificaba la Segunda República con anarquía, división nacional, humillaciones al Ejército e infiltración comunista.
Cuando en 1936 asumió, como Generalísimo, el mando militar de las fuerzas sublevadas, Franco tenía 43 años y era sin duda uno de los militares más prestigiosos del Ejército. Definían ya su carácter rasgos que serían permanentes: era frío, distante, reservado, desconfiado, cauteloso. Escasamente carismático, a Samuel Hoare, embajador británico en Madrid en 1940, Franco le pareció una personalidad anodina; “sólo los ojos –diría en 1948 don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII y titular de los derechos al trono de España–revelan vida y astucia”. Poseía, en cambio, una gran capacidad de autodominio.
Aunque demoró su decisión, Franco encabezó en julio de 1936 el levantamiento militar preparado desde febrero contra la República española. No fue, como Hitler o Mussolini, el líder de un partido o movimiento de masas. Franco fue elevado, en octubre de 1936, a la doble jefatura del Estado y del gobierno de la España “nacional” por el acuerdo de sólo nueve generales y dos coroneles. En la guerra civil, Franco fue un estratega prudente y conservador, muy poco proclive al tipo de guerra mecanizada y rápida diseñada por el pensamiento militar más moderno. Su mayor acierto: llevar en marzo de 1937 la guerra al Norte. Sus errores: frentes mal dispuestos (las contraofensivas republicanas en Brunete y Belchite en 1937 rompieron las líneas nacionales aunque Franco pudiera finalmente restablecer la situación), penetración en 1938 hacia Valencia por el Maestrazgo, obstinación en guerra frontal en la batalla del Ebro, ya en julio-noviembre de 1938 (que a cambio, desgastó definitivamente al Ejército Popular). Ganó por la fuerte unidad militar y política de la España nacional, por la alta moral de sus tropas, por la calidad y oportunidad del apoyo alemán e italiano y por los propios errores de la República.
En 1969 designó el título de rey Juan Carlos de Borbón , nieto de Alfonso XIII e hijo de Juan de Borbón y de Battenberg , heredero legítimo de la corona. En junio de 1973 creó el cargo de presidente del gobierno, que recayó en su máximo colaborador Luis Carrero Blanco . La muerte de éste en un atentado, en diciembre del mismo año, endureció al régimen.
Oficialmente Franco murió el 20 de noviembre de 1975 en el Palacio del Pardo, fue enterrado, en el Valle de los Caídos. Dos días después, Juan Carlos de Borbón , asumió el cargo de jefe del Estado, jurando fidelidad a los principios del régimen. El 24 de octubre de 2019, fueron exhumados sus restos del Valle de los Caídos y trasladados al cementerio de El Pardo-Mingorrubio , donde se encuentra enterrada también su mujer, Carmen Polo.
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