Ramón de Campoamor y Campoosorio (Navia, 1817 – Madrid, 1901) fue un poeta español que en su tiempo alcanzó una notable popularidad y fue altamente valorado por sus contemporáneos. Aunque su obra no logró sobrevivir el escrutinio crítico de generaciones posteriores, como la del modernismo y la Generación del 98, sus escritos reflejan con claridad las corrientes intelectuales de la España de su época, tales como el positivismo y el tradicionalismo religioso.
Huérfano de padre a una edad temprana, Campoamor fue criado por su madre en su tierra natal, Navia (Asturias). Estudió latinidad en Puerto de Vega y más tarde filosofía en Santiago de Compostela. Durante su juventud, atravesó una crisis espiritual que lo llevó a ingresar en la Compañía de Jesús, aunque poco tiempo después abandonó la idea de la vida religiosa. Se trasladó a Madrid, donde estudió lógica y matemáticas en el convento de Santo Tomás.
Su vocación literaria se manifestó tempranamente, abandonando sus estudios de medicina para dedicarse a la poesía. Campoamor pasaba horas en la Biblioteca Nacional leyendo los clásicos y comenzó a frecuentar tertulias literarias, donde empezó a ganar reconocimiento. Sus primeros trabajos, como Fábulas, Ternezas y flores (1840) y Ayes del alma (1842), mostraban un estilo sentimental que le ganó el título de »poeta de las damas». Paralelamente, empezó a mostrar su inclinación política con escritos como Historia crítica de las Cortes reformadoras (1837).
Campoamor combinó su actividad literaria con la política. Se alineó con el partido moderado y ocupó diversos cargos administrativos, como gobernador civil de Castellón, Alicante y Valencia. Su influencia política estuvo siempre marcada por su cercanía al partido conservador.
En su madurez, Campoamor publicó algunos de sus trabajos más representativos, como El drama universal (1853), Colón y El licenciado Torralba. Sin embargo, sus obras más conocidas y que marcaron su estilo fueron las Doloras (1846), los Pequeños poemas (1872-74) y las Humoradas (1886-88). Estos títulos mostraban una poesía en la que se alejaba de las formas grandilocuentes del romanticismo y se acercaba a un estilo más sencillo y didáctico, aunque con pretensiones filosóficas.
Campoamor ingresó en la Real Academia Española en 1861, donde pronunció su discurso sobre La metafísica limpia, fija y da esplendor al lenguaje. Durante sus últimos años, vivió de manera acomodada gracias a la dote de su esposa Guillermina Gormande, con quien no tuvo hijos. Fue ampliamente admirado en su época, aunque los críticos de generaciones posteriores encontrarían su estilo prosaico y su filosofía simplista.
A pesar de la alta estima que gozó durante su vida, la obra de Campoamor ha sido duramente criticada por su falta de profundidad y calidad literaria. Su poesía, con frecuencia catalogada como superficial, se ha visto eclipsada por los movimientos literarios que siguieron, especialmente el modernismo y la Generación del 98, que consideraban su obra como representativa de una época de decadencia cultural en España.
Campoamor fue un testigo de su tiempo, un eco de las corrientes dominantes en su sociedad, pero con el paso de los años, su figura ha quedado relegada a un segundo plano, visto como un poeta que refleja un momento de transición en la historia literaria española, pero cuya obra carece del vigor necesario para perdurar.
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