Pintor propietario de la firma Biosca fábrica de muebles y decoración sita en el número 11 de la calle Génova en Madrid.
La fábrica de Aurelio Biosca contaba con una amplia capacidad y experiencia en la manufactura de mobiliario, habiendo trabajado en proyectos para diversos arquitectos. Sin embargo, más allá de su papel como fabricante, Aurelio Biosca Torres destacó como un galerista de orientación moderadamente vanguardista durante aproximadamente cincuenta años.
Su papel como promotor artístico lo situó como uno de los principales protagonistas de la escena cultural madrileña desde la apertura de su galería en el número 11 de la calle de Génova. La instalación de su galería en el Madrid de posguerra fue un acto de notable audacia, considerando que la capital española atravesaba entonces un periodo de gran desolación cultural. Con el apoyo de la burguesía y de la aristocracia más chic de la ciudad, Biosca se propuso revitalizar la vida artística, inaugurando su sala de arte el 15 de noviembre de 1940 con una exposición dedicada a José Clará. Con el tiempo, asumió riesgos al patrocinar exposiciones colectivas de diferentes corrientes artísticas, como la Segunda Escuela de Vallecas, la Escuela de Madrid y El Paso, además de dar oportunidades a artistas individuales, tanto contemporáneos como ya fallecidos, entre los que se encuentran nombres como Manolo Hugué, Enric Casanovas, Ángel Ferrant, Benjamín Palencia y Francisco Cossío.
La Galería Biosca fue escenario de innumerables exposiciones, y también desempeñó un papel crucial en el apoyo a los salones de la Academia Breve de Crítica de Arte, liderados por el influyente filósofo Eugenio D’Ors hasta su fallecimiento en 1954. Durante la posguerra, D’Ors defendió una estética moderna frente al academicismo predominante, promovido por los artistas más conservadores.
Los círculos intelectuales madrileños se unieron entonces para restaurar una modernidad perdida, pero esta iniciativa conllevaba un riesgo económico considerable. Probablemente por esta razón, Aurelio Biosca combinó su labor como marchante de arte con su negocio de muebles. Biosca adoptó en Madrid las directrices que su mentor, Antonio Badrinas, ya había implantado con éxito en Barcelona en el primer cuarto del siglo XX. Mantener una sala de arte siempre había sido un desafío, y la diversificación de actividades comerciales ofrecía a los galeristas una mayor libertad para mantener una programación artística más audaz y menos comercial. Muchas galerías optaron por simultanear la exposición y venta de obras con la comercialización de artículos de papelería, mientras que la decoración y la fabricación de muebles se convirtieron en otras importantes fuentes de ingresos.
Javier Tusell afirma que, hasta 1957, Biosca »vivió principalmente de la decoración». Esta dualidad comercial explica su participación como proveedor del mobiliario de la Universidad Laboral de Gijón y, anteriormente, para el CSIC, con muebles caracterizados por su funcionalidad y alta calidad, sin concesiones a lo decorativo.
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