Concepción Martínez Torres, conocida en su época como Concha Martínez, fue una destacada tiple de zarzuela a finales del siglo XIX. Aunque hoy su nombre ha caído en el olvido, en su tiempo fue una de las figuras más brillantes del género chico, conquistando tanto al público español como al de Hispanoamérica.
Concha Martínez nació probablemente en la segunda mitad del siglo XIX y alcanzó la fama interpretando zarzuelas populares como Los carboneros, El gorro frigio, Chateau Margaux, ¡Agua, azucarillos y aguardiente!, y El santo de la Isidra. Su talento no se limitaba a su voz; también era reconocida por su capacidad actoral, su gracia en el escenario, y su belleza, lo que la convirtió en una de las artistas más aplaudidas de su tiempo.
Con el auge de la zarzuela y el género chico, Concha fue una de las primeras en llevar estas formas teatrales a Hispanoamérica. Durante su carrera, se presentó en escenarios de Cuba, México, Venezuela, Puerto Rico, y Estados Unidos, extendiendo la popularidad de la zarzuela más allá de las fronteras españolas.
Alrededor de los cuarenta años, Concha comenzó a sufrir problemas cardíacos, lo que la llevó a retirarse del teatro. Falleció el 22 de noviembre de 1909 a los 42 años, dejando un legado artístico que, aunque hoy apenas se recuerda, fue celebrado en su época. Su sepultura en el cementerio sacramental de Santa María es un modesto túmulo granítico coronado por una cruz, y una máscara de teatro en una esquina de la base es el único indicio de su profesión. La inscripción en su lápida, “¡Pobre Concha! Qué desgracia. Tu esposo, hijos y nietecitas, refleja el amor y el pesar de su familia, quienes recordaron con cariño a la artista que una vez fue una estrella del teatro español.
A pesar de la falta de reconocimiento moderno, la figura de Concha Martínez representa un eslabón importante en la historia del teatro y la zarzuela, una figura que merece ser recordada por su contribución al arte y a la cultura de su tiempo.