Juan Carlos Monzón
Participó en la Guerra de las Malvinas como miembro del Ejército Argentino sirviendo como Soldado Conscripto.
El cuerpo de Juan Carlos fue uno de los 112 enterrados en el Cementerio de Darwin de forma anónima bajo una lápida en la que se leía “Soldado conocido sólo por Dios”.
Tras el fin del conflicto bélico, el Reino Unido se ofreció a enviar los cuerpos de los argentinos enterrados en el Cementerio de Darwin al territorio continental argentino pero los familiares de los caídos se negaron argumentando que “no hay nada que repatriar, porque están en su patria” reivindicando con este gesto la reclamación argentina sobre la soberanía de las Islas Malvinas.
Los cuerpos de los soldados “conocidos sólo por Dios” fueron identificados mediante pruebas de ADN realizadas hasta el año 2017 gracias a la Fundación “No me olvides” creada por el argentino Julio Aro y así la tumba de Juan Carlos Monzón pudo disponer de un nombre en su cruz.
La Ley nacional argentina 24.950/98 le declaró Héroe Nacional por haber fallecido como combatiente durante la Guerra de las Malvinas, en el año 1982, en defensa de la soberanía nacional sobre las Islas del Atlántico Sur.
Uno de los tres soldados caídos en Malvinas nacidos en la ciudad de Villa Ángela, Chaco. Miembro de una familia de ocho hermanos, era fanático del fútbol y de River. Al igual que su familia, se desarrollaba en la cosecha de maíz y algodón.
El 2 de abril, el «Gringo», como lo apodaban, se sentó junto al resto de la familia en la mesa de la casa para compartir un asado. Allí les comunicó que al otro día partiría para las Islas Malvinas. Hubo emoción, orgullo y también lágrimas y llanto por parte de su madre. El miedo siempre estaba presente. Así y todo, sus hermanos afirman hoy que Juan Carlos no sabía del todo que iría a Malvinas para luchar en una guerra.
Acudió a las Islas como soldado del Regimiento de Infantería Mecanizado Nº 12 y murió el 28 de mayo, a causa de heridas causadas por una bomba caída en Pradera del Ganso.
Su familia le envió varias cartas durante el período de la guerra, pero nunca pudo confirmar siquiera si le llegaron. Mientras tanto, su madre Marciana le puso un plato vacío en la mesa familiar hasta el día en el que se confirmó la identificación.
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