Agustín Querol y Subirats, nacido en Tortosa (Tarragona) en 1860 y fallecido en Madrid el 14 de diciembre de 1909, fue un destacado escultor español.
De joven, mientras ayudaba en la panadería de su padre, moldeaba figuras con el pan, creando desde animales hasta personajes conocidos de Tortosa. Sus primeras incursiones artísticas, al igual que Aniceto Marinas en Segovia, consistieron en modelar pequeñas figuras en cera. Aunque su padre prefería que siguiera en el negocio familiar, su madre apoyó su inclinación artística.
Comenzó su formación en Tortosa bajo la tutela del escultor Cervetto, un respetado artista local, antes de trasladarse a Barcelona, donde trabajó en el taller de Domingo Talarn y asistió a clases en la Lonja. En Barcelona también colaboró con los escultores Vallmitjana, aunque su salario era modesto.
En 1883, Querol decidió trasladarse a Madrid, donde obtuvo una beca para estudiar en la Academia Española en Roma. Durante su estancia en Roma, produjo obras notables como »El Vencido de Hoy» y »El grupo Sagunto», que le valieron la primera medalla de oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid.
Tras su regreso a Madrid, fue protegido por el político Antonio Cánovas del Castillo, quien le proporcionó numerosos encargos. Estableció su primer estudio en una modesta casa-taller, pero más tarde adquirió un taller más grande, conocido como el “Palacio de las Artes”, donde creó monumentales obras.
Entre sus proyectos más importantes destacan el Tímpano de la Biblioteca Nacional, el monumento a Claudio Moyano y el mausoleo de Cánovas del Castillo en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. También dejó su huella en Hispanoamérica con monumentos en Lima, Guayaquil y Buenos Aires.
A pesar de sus grandes logros, no fue elegido académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en su primera candidatura, aunque fue finalmente admitido en 1902. Recibió múltiples distinciones y condecoraciones en Europa, como la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor de Francia.
Querol murió a los 49 años, dejando un legado monumental en el mundo de la escultura. Su estilo, una fusión de eclecticismo, realismo y modernismo, lo posicionó como uno de los escultores más destacados de su época, junto a Mariano Benlliure y otros grandes del arte hispánico. Su fallecimiento fue ampliamente sentido en Madrid, Zaragoza y su Tortosa natal, y se consideró incluso la creación de un museo en su honor.
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