José Mejías Jiménez, conocido en el mundo taurino como Pepe Bienvenida, nació en Madrid el 4 de enero de 1914 y fue el segundo hijo de Carmen Jiménez Álvarez y Manuel Mejías Bienvenida, conocido como el »Papa Negro.» Perteneciente a la célebre dinastía de los Bienvenida, Pepe fue el quinto de los hermanos que tomaron el relevo de la tradición taurina familiar.
Desde niño, Pepe mostró aptitudes para el toreo, aprendiendo junto a su hermano Manolo durante las giras de su padre por América. Debutó en público a una edad muy temprana, toreando su primer becerro en Caracas en 1923. A partir de entonces, su carrera estuvo íntimamente ligada a la de su hermano Manolo, con quien compartió muchos carteles en España y América durante sus primeros años como novillero.
El 4 de julio de 1931, Pepe tomó la alternativa en Madrid de manos de Nicanor Villalta, con su hermano Manolo como testigo. Este evento marcó el inicio de su carrera como matador de toros, en la que destacó por su destreza con las banderillas y por su estilo elegante y alegre, características que le granjearon la simpatía del público y la crítica.
Aunque nunca alcanzó la fama de sus hermanos Manolo o Antonio, Pepe Bienvenida se consolidó como un torero respetado, especialmente durante las temporadas de 1942 y 1943, cuando toreó más de cincuenta corridas. Su habilidad con las banderillas y su destreza en la suerte de matar lo distinguieron como un torero poderoso y técnico, aunque la historia y la crítica posterior tendieron a relegarlo a un segundo plano en comparación con otros miembros de su familia.
Pepe se mantuvo en activo hasta la década de 1950, aunque su actividad disminuyó considerablemente en sus últimos años. Su última actuación en Madrid tuvo lugar el 5 de septiembre de 1954 en la plaza de Vista Alegre, y su último paseíllo fue en Úbeda, Jaén el 3 de octubre de 1957. A lo largo de su carrera, Pepe Bienvenida tuvo el notable récord de no haber sufrido ninguna cornada grave.
El 3 de marzo de 1968, mientras toreaba en un festival en Lima, Perú, Pepe se sintió mal tras finalizar su actuación. Fue trasladado a una clínica, donde falleció ese mismo día a causa de un infarto de miocardio. Su muerte marcó el final de la carrera de un torero que, aunque no alcanzó la gloria de otros miembros de su dinastía, dejó una huella significativa en la tauromaquia del siglo XX.
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